Mis Ovejas


Evangelio según san Juan 10, 22-30
[Comentario]

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación del templo. Era invierno, y Jesús se paseaba en el templo por el pórtico de Salomón. Los judíos, rodeándolo, le preguntaban:

- «¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente.»

Jesús les respondió:

- «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ésas dan testimonio de mi. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías. Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»

Palabra del Señor.

Comentario
En el año 168 a.C., Antioco IV profanó el templo de Jerusalén, robó el altar, el candelabro y otros accesorios. La ciudad fue ocupada y el santuario fue profanado "con sangre inocente" (1Mac 1,37). Una descripción que servirá después para ilustrar lo que sucedió en la ciudad de Jerusalén tras la Guerra Judía (66-73 d.C) y la destrucción del templo en el año 70. 

La profanación de Antíoco IV tuvo como consecuencia la revuelta nacionalista macabea que consagrará de nuevo el templo e instaurará una fiesta anual de memoria (1Mac 4,36-59). Esta fiesta de la Dedicación se denominó después también la fiesta de las luces, Janucá, que se celebra el 25 de kislev que es el mes que cae desde finales de noviembre hasta finales de diciembre. Algunos autores contemporáneos sugieren que la comunidad de los seguidores de Jesús pudo comenzar a conmemorar el nacimiento del mesías en esta fiesta, a finales de diciembre.

En el evangelio de Juan el tema de la reconstrucción y dedicación del templo es uno de los temas transversales del evangelio. La segunda acción de Jesús es purificar el templo e indicar la llegada de un nuevo templo (2,19-21) que será el lugar del auténtico culto a Dios, como explica a la mujer de Samaría (4,21). 

Jesús se identifica con el auténtico "lugar de Dios" y como el símbolo de la nueva "identidad nacional". Por eso el discípulo auténtico del Padre es el discípulo de Jesús. Aunque el capítulo 10 nos habla del Buen Pastor lo que realmente nos enseña es quién es el Buen Pastor. Este Pastor de Israel no es sólo "el Dios de los Ejércitos", tan lejano en sus cielos y tan anónimo en su impronunciable nombre. El Buen Pastor es Jesús de Nazaret, el hijo de José y María, el que hemos oído, conocido y tocado y que se nos ha manifestado a nosotros como Hijo de Dios.

Así hablaría la comunidad de Juan en un momento de dificultad en el que hay que elegir entre seguir las tradiciones judías o confesar la fe en Jesús, el Mesías Crucificado. Por eso las "ovejas suyas" son las que le escuchan y le siguen. Escuchar la voz de Dios es un tema recurrente del antiguo testamento, que se usa en el sentido de "obedecer". De hecho cuando en Dt 11,13 leemos "si obedecéis mis mandatos..." lo que hacemos es traducir una expresión literal "si escuchar escucháis mis mandatos" lo traducimos por "obedecer" que proviene del latín obaudire, "oír a quien está enfrente". 

La tradición religiosa hebrea recitaba cada mañana el shema, "escucha" Israel, el Señor es nuestro Dios. Las ovejas del Padre recitaban esta oración y asistían al templo, obedecían los preceptos de Dios escuchando su voz.

Ahora hay que dar un paso más, hay que "dar pasos". Las verdaderas ovejas del Pastor de Israel serán las que también "sigan". Seguir es el verbo típico del discípulo. De hecho, lo que Jesús pedirá principalmente a sus discípulos es que le sigan.

Así que la clave ya no está sólo en saber que el Pastor es Bueno, que es mucho, ni siquiera en reconocer y confesar que este Pastor Bueno es Jesús. La clave ahora está en "seguirlo".

Mis ovejas, escuchan mi voz y me siguen.


Comentarios

Entradas populares de este blog

¿Qué ves en el corazón?

Mónica, Madre, Esposa, Santa, Compañera

Hacer mi/su Santa Voluntad