¿Y dejas, Pastor Santo tu Grey?

Quedarnos sólos. Si hay un gran temor en los niños, quizás sea el de perder a sus padres, sus referentes y las personas que encarnan las seguridades en la vida. Cuando crecemos cambiamos a nuestros padres por otros modelos, otras "rocas firmes" en las que asegurar nuestros proyectos, nuestros sueños, nuestras esperanzas.

Estaba escribiendo esto en la solemnidad de la Ascensión, la fiesta litúrgica en la que se recuerda que Jesús marcha a los cielos, dejando a los discípulos la tarea de terminar de anunciar la llegada del Reino. ¿Es ahora cuando vas a restaurar el Reino? Esta es la última pregunta dirigida a Jesús, y queda ambiguamente sin respuesta, como si Lucas al narrar quisiera dejarnos las cosas abiertas, como si se ahondase en la soledad que provoca el no saber hacia donde van las cosas.

Quizás, como cuando crecemos, este no saber sea necesario para que busquemos el camino, o en ocasiones para que nosotros hagamos el camino, como hicieron los Doce recorriendo el mundo, como hacemos nosotros pateando las calles de nuestras ciudades



¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, ¿te vas al inmortal seguro?

Los antes bienhadados,
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

Aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero, airado?
Estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡Ay!, nube, envidiosa
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!



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