Mostradme la moneda del impuesto

Primera lectura: Isaías 45, 1.4-6
Salmo responsorial: Sal 95
Segunda lectura: 1Tes 1, 1-5
Evangelio: Mt 22, 15-21

Mateo nos presenta en el evangelio una compleja dinámica. Un grupo que quiere provocar que Jesús diga alguna palabra inadecuada. Le quieren confundir para que enseñe algo que pueda ser usado en su contra.

Por eso se reúnen a conspirar y le envían a sus discípulos.Por eso inician con una afirmación que pretende ganarse la confianza de Jesús. Son dos afirmaciones dobles: Por un lado la veracidad de la enseñanza (eres veraz, enseñas el camino de Dios con verdad) y por otro la imparcialidad a la hora de juzgar(no tienes preferencias, no te fijas en la apariencia de las personas).

Al maestro veraz e imparcial se le pregunta si hay que "pagar tributo" al César o no. Ambas respuestas suponen un conflicto. Si se paga se reconoce la autoridad de César sobre el pueblo que es sólo de Dios y la tierra que es libre por decisión divina. Si no se paga, se legitima la oposición contra el poder extranjero, la desobediencia civil, la rebelión. Cualquiera de las respuestas es equivocada, cualquiera de las dos respuestas toma partido, supone una opción política.

También la cómoda respuesta espiritual supone una traición a la realidad como es. No basta decir que los "hombres y mujeres del Espíritu" están por encima de estas cosas, defender que "nuestro Reino no es de este mundo". No se puede sostener la ingenuidad de negar que los discípulos del Reino viven en sociedad y en una sociedad real y no teórica, bajo la ordenación de un estado, al que tienen que obedecer pero, sobre todo, un estado que les presta los servicios de seguridad, de salud, de protección de derechos. Un estado que garantiza a todo hombre y mujer las condiciones suficientes para que pueda desarrollar el don de su humanidad.

Sostener una distinción esencial entre ciudadanos civiles y ciudadanos religiosos, entre sociedad civil y sociedad religiosa es una lectura sesgada de la realidad. No existe una sociedad religiosa, con sus normas, con sus instituciones, sus carreteras, sus hospitales. Incluso si los creyentes llegaran a establecer sociedades independientes, seguirían siendo sociedades civiles en el sentido que estarían reguladas por leyes fruto del acuerdo de sus ciudadanos, ya que incluso cuando se reconoce a un monarca como legislador se está haciendo un pacto social. En este sentido, sociedades como el monte Athos o el mismo Estado Ciudad del Vaticano, son sociedades civiles, ya que su organización y sus leyes son establecidas por hombres que libremente las aceptan, y no por ningún enviado celestial.

"Mostradme la moneda del impuesto"
El dilema presentado por los discípulos de los fariseos y herodianos es de hecho irresoluble en los términos presentados. No se puede tomar ninguna opción sin traicionar la honestidad ante la realidad. Mateo presenta precisamente este contraste al definir los interlocutores de Jesús como discípulos de los fariseos y herodianos. Herodes, rey de Galilea en tiempo de Jesús, era el hijo de Herodes el Grande, que había conseguido el apoyo romano, de César primero y de Marco Antonio después, para ser proclamado rey de Judea en el año 40, derrocando a la estirpe asmonea. Los fariseos, por su parte, fueron el único grupo judío que no se rebeló en armas contra Roma en la guerra del año 70 d.C.

Por tanto la pregunta lanzada a Jesús proviene de grupos que debían su estabilidad al imperio romano. La salida de Jesús pone la pregunta en sus justos términos. No es cuestión de oponer la fidelidad a Dios a la fidelidad a un estado, del que se reciben tantos beneficios. La cuestión está en devolver a cada uno lo que le pertenece, en dar a cada uno aquello que de él hemos recibido.

Las sociedades humanas son imperfectas y generan estados de injusticia permanente. No es suficiente enojarse en gran medida, pero tampoco es religioso esconderse detrás de una piedad disfrazada de evangélica y renunciar a la responsabilidad de seguir intentando establecer en la tierra el Reino anunciado por Jesús. Hay una voz de Dios que en la conciencia de cada hombre y mujer le ilumina los pasos a dar para conseguir un mundo más fraterno. Escuchar el evangelio, venerar la Palabra de Dios supone plasmar esta voz del corazón en formas de gobierno justas, a la medida del corazón del hombre y del sueño de Dios. Asumir esta responsabilidad es devolver a la sociedad lo que es de la sociedad.

Hay quien se ha dejado impulsar del deseo de constituir una sociedad más justa, quien sometido por leyes que traicionan la dignidad del ser humano ha buscado en el evangelio la excusa religiosa para protestar contra todo, para escapar de una sociedad humana que no siempre respeta el orden natural de las cosas. Pero hay otro camino, devolver a Dios lo que es de Dios, devolverle la mirada justa sobre la realidad, devolverle la comprensión del mundo como hogar de todos y no de unos pocos, devolverle la humanidad como familia, la riqueza como distribución, la grandeza como servicio. Nos entregó una tierra yerma... ¡devolvámosle un jardín!

Y mientras tanto..... nos haces falta tú

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