A propósito de la homilía de ayer....



Echadle un ojo a TODA la homilía, porque más que hablar de purificación lo que subrayó fue el inmenso don que se recibe en el sacerdocio, la extrema necesidad de sacerdotes para la vida de la Iglesia y, como punto central, la dimensión "escatológica" del sacerdote: personas que viven con la mirada puesta en el Reino, y no sólo en estos reinos 

Así se recupera la intuición de la carta a Diogneto, hombres para los que "toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña" o en Palabras de San Agustín: "Vais por el camino con todos los pueblos, y camináis cantando. Cantad los cantos de amor de vuestra patria, como cantan los viajeros, y la mayoría de las veces, cantan durante la noche." (En. Ps 66) 

La vida del sacerdote es un canto de la patria en tierra extranjera. Y cuanto más aire de fracaso y perdición, de abandonado de la sociedad y marginal lleve el sacerdote, más rotundo y sonoro se hace su canto de la patria. Un peregrino en camino que repite diariamente el gesto y las palabras que abrieron brecha en el muro de ingreso a la Patria, al Reino nuevo. Que ofende con su opción y su pobreza de espíritu a quien no sabe mirar más allá del material y la razón positiva. 

¿Cómo cantar un canto de la patria en tierra extraña? Con confianza, con temor y temblor, con los acordes corales de los otros peregrinos, hermanos en el Orden y hermanos en la fatiga y la extrañeza del día. Y animados por la cotidiana oración del único y sumo sacerdote: "están en el mundo, pero no son del mundo"

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