Mientras escribo este post y retomo el compromiso de rellenar las páginas de este diario virtual, mis alumnos están lidiando con cinco temas sobre las Cartas de San Pablo. Es su examen final, para algunos es uno de los últimos.

En nuestro inconsciente colectivo existe la creencia vana de que la vocación religiosa y sacerdotal viene a ser algo así como un estado de gracia espiritual, un aura que uno posee y que se puede más o menos distinguir con una mirada atenta.

Vuelvo a mirar a mis chicos y os aseguro que ninguno de ellos está escribiendo su examen movido por un espiritu divino que les dice qué decir o cómo responder a mis cuestiones. Si te soy sincero, creo que alguno tiene serias dudas de que el mismo San Pablo pudiera responder correctamente a algunas preguntas.
Entonces, si no están tocados de un aliento divino especial, de una gracia que los santifique por encima de los demás mortales...¿en qué consiste su vocación y su llamada?
No es una inteligencia ni tan sólo una caridad especial. Es sólo una llamada, un tú que les ha pedido que realicen la tarea de continuar anunciando entre los pueblos que Dios camina con ellos y entre ellos. La invitación de Jesús que a través de los rostros de muchas personas cercanas les han pedido que les hablen de Dios, que les enseñen a Dios, que les acompañen en el camino hacia Dios.
Y aquí les tenéis, demostrando por escrito que saben leer, comprender y explicar al Dios presente en las Cartas de Pablo, presente y en ocasiones oculto o tal vez eclipsado por giros de lenguaje o parámetros culturales.
Mis chicos no tendrán un poder místico que les abra a un entendimiento oculto a los no elegidos. Pero tienen una Palabra que les ha dirigido personalmente Cristo y la comunidad cristiana, y les ha pedido que hablen de Dios.
y por eso están como están. degastando sus neuronas, robándole horas al sueño para cavar en lo profundo del misterio de Dios, conocer su Palabra, estudiarla y comprenderla para poderla explicar claramente a los hombres y las mujeres de un mundo que, hoy como ayer y sienpre, está sediento de Dios, del Dios vivo.

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