Pedir Llamar Buscar

Evangelio según San Mateo  7, 7-12
[Comentario]

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.

Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden!

En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.»

Comentario
"Quien pide recibe, quien busca encuentra, al que llama se le abre"
No debe ser fácil leer este evangelio si hoy llegas a casa sin haber encontrado trabajo, o sin que el tratamiento de tu cáncer haya dado resultado, o si ni siquiera tienes casa a la que volver, o si vuelves a una casa donde te espera un nido de odio y violencia que no sabes ya cómo soportar. ¿Cómo le puedes pedir a Dios que devuelva la vida a tu padre moribundo?

Es difícil porque es imposible, o mejor, porque es increíble. La diaria experiencia de frustración a la que la vida nos somete nos va poco a poco convenciendo de que las cosas están como están y punto. Nos va conformando pero no confortando. El corazón humano se acostumbra a coger más que a pedir, a resignarse más que a buscar, a irrumpir en lugar de llamar. Uno de los signos de abandonar la infancia y comenzar a ser adulto suele ser tener las llaves de casa, entrar y salir cuando quieras, dar los primeros pasos hacia esa supuesta maduraez en la que no necesitas a nadie. Hacerse adulto es aprender a aceptar las cosas como son, porque no se puede querer siempre más, no se puede reclamar siempre, no se puede gritar siempre, porque no hay garganta que lo resista, porque no hay corazón que lo aguante.

Y sin embargo nuestro corazón fue moldeado para desear lo eterno, para ambicionar cielo y tierra, para desarrollar esa imagen de Dios que se puso en nuestra creación para que fuéramos los gobernantes de toda la creación. Un corazón formado y moldeado para amar sin límites, para gozar sin límites, para soñar sin otro límite que nuestro deseo.

Así es el corazón de la adolescencia.... y poco a poco, vamos adormeciendo el deseo y vamos empequeñeciendo los sueños y vamos acomodándonos a la vida tal como venga, Y nos resignamos a los golpes y los fracasos, a las migajas, a fugaces momentos de sentirnos nosotros mismos. Tenemos un corazón hecho para la santidad y el amor sin medida y lo reducimos a golpe de vida a ser un poco buenos y más o menos generosos. Adormecemos el deseo y envenenamos el corazón de mediocridad.

Pero Dios nos ofrece una terapia: Pedid, Buscad, Llamad. Y si no abren, ni encontráis ni os responden, entonces llamad más fuerte, buscad de nuevo, pedid otra vez, y otra, y otra... 
Dice san Agustín en una carta que escribe explicando qué es la oración que Dios no necesita que le digamos lo que queremos, porque ya lo sabe, sino que la oración es para "ejercitar nuestro deseo y así "prepara nuestra capacidad para recibir lo que nos va a dar...porque lo que nos da es grande, y nuestra capacidad es pequeña y angosta". Lo dice además con un juego de palabras entre "capacidad" y "comprensión" ("ad capiendam" que es "para que quepa" o "para comprenderlo")

Pedir alarga el corazón engrandece el corazón para que "nos entre" en el corazón el don que Dios nos da. Es lo mismo que se hace en la adolescencia cuando se desea el amor y el amor auténtico tarde en llegar... el corazón va creciendo hasta poder amar como amamos amar.

Grita a Dios para que tu Corazón crezca a la medida del corazón de Dios.




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