Deja tu ofrenda y vete....

Evangelio según San Mateo  5, 20-26
[Comentario]

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- «Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “renegado”, merece la condena del fuego.

Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.

Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.»



Comentario
Ayer contemplaba la Plaza de San Pedro, una interminable fila en lento peregrinar bajo el arco de seguridad para poder entrar en la Basílica. Algunos es la primera vez que viene y se adivina la alegría que se va produciendo cuando la fila se les va acabado y están ya casi a punto de traspasar la puerta.

Imagino que también habría largas colas ante el altar de los sacrificios en el Templo de Jerusalén. Y puedo ponerme en la piel del fiel hebreo que lentamente se acerca al altar a ofrecer sus primicias en agradecimiento por la buena cosecha, o a presentar su ofrenda por la purificación tras el nacimiento de un niño. Es la gratitud a Dios que se convierte en regalo, en ofrenda, en "algo que se da".

Lo que me cuesta imaginar es que alguien que ha aguantado toda la fila, que está a punto de llegar al altar, allí mismo se de la vuelta. ¿Quién echaría a perder tantísimo tiempo? ¿Quién ofendería de esta forma a Dios? ¿Quién puede ser tan idiota de tener el premio al alcance de la mano y retirarse? Sólo lo haría quien tuviera algo más importante que hacer, pero ¿qué puede haber más importante que ofrecerle a Dios nuestros regalos?

Los escribas y fariseos conocían la importancia de estas ofrendas puras, y por ello no se mezclaban en ningún asunto que pudiera alejarlos de Dios, y por ello se alejaban de aquellos hombres y mujeres que pudieran ser un obstáculo para su puro acercamiento a Dios. Y se alejaron de los paganos y de los otros pueblos. Perdieron la oportunidad de vivir en el Reino porque quisieron vivir en un reino donde no hubiera lugar para los paganos, o para los idólatras, los ladrones, los publicanos, las prostitutas,....

Pero "El" Reino es el Reino de todos porque es el Reino de Dios. Así que no se puede estar "a bien con Dios" si algunas personas - o sólo una - no nos caben en el Reino. Una mujer muy anciana me decía llorando que tenía miedo de llegar al cielo. "¿Y si me encuentro con aquel que mató a mi marido? Creo que no podría soportar verle y no se puede vivir en el cielo con ese sentimiento". Creo que la tranquilicé asegurándola que en la puerta del cielo hay un cajón para dejar los rencores, como un paraguero, y creo que además bromee diciendo que el cielo era tan grande que tampoco hacía falta cruzarse todos los días.

La ofrenda del altar nos reconcilia con Dios. Es la ofrenda que celebramos sobre el altar, la que se ofrece en la Cruz y nos reconcilia con Dios. Pero si no nos reconcilia entre nosotros, entonces la ofrenda no sirve. Y no porque no sea buena para Dios, no sirve porque no es buena para nosotros. Así que de nada vale ofrecerle a Dios lo que no estamos dispuestos a ofrecernos entre nosotros.

Reconcíliémonos, o más literalmente "cambiemos" nuestra enemistad en amistad, porque en ello nos va la vida. Como lo hizo Dios, cambiando la enemistad en amistad, porque en ello le iba la vida.

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