Os mandaré un Defensor
Evangelio según san Juan 15, 26-16, 4a
[Comentario]
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os he hablado de esto, para que no tambaleéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Os he hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo había dicho.»
Os enviaré un Defensor, o un Consolador, o un Abogado.... Es alguien que está junto a nosotros para acompañar y reconfortar. Pero también alguien que viene a impulsarnos, a llevarnos más allá.
Abrazar el nombre de Jesús como centro de la vida, confesar al resucitado, supone declararse ajeno a los pensamientos del mundo, y eso es fácil aceptarlo. El problema es cuando el nombre de Jesús choca con el nombre de Dios, con nuestra forma de rendir culto. La experiencia de la comunidad de Juan fue precisamente la experiencia de vivir un judaísmo nuevo que al mismo tiempo era expresión actualizada del judaísmo antiguo. Y esto se hizo con una fuerte tensión en las comunidades judías.
No es sólo cuestión de haber recibido la Ley en el Sinaí y las promesas; es necesario ser testigo del cumplimiento de estas promesas en Jesús. Pero ni siquiera este es el último momento. Sucede algo más en la historia de la salvación. La acción salvífica de Dios que restaura la humanidad no consiste en dejarnos contemplar la muerte en la cruz y la resurrección, sino que Dios nos hace participar de su misma vida por medio del Espíritu.
La llegada del paráclito (Consolador, Defensor, Animador, Abogado) introduce al hombre en la dinámica de la vida divina. Es un nuevo Espíritu que anima la carne, como al comienzo cuando Dios moldeo al hombre en el jardín.
Habrá tensión, porque hay que dar un paso más, después de la fidelidad a la alianza y la contemplación del misterio de la muerte y resurrección. Después viene aceptar el Espíritu y dejarse guiar por él.
Y el Espíritu caminar por sendas aún no trazadas.
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