La Llamada y el Converso

Empecé la semana asistiendo al teatro a ver "La Llamada" y la termino saliendo del cine de ver "Converso". No recuerdo haber tenido tan presente el tema vocacional desde los tiempos en los que empecé a inquietarme con mi propia vocación.

"Vocación"... Después de esta semana empiezo a pensar que deberíamos latinizarlo menos y usar la expresión castellana "Llamada". Porque al decir vocación estamos cargando mucho las tintas sobre los deseos personales, las aspiraciones, los sueños.... Y eso pone mucho énfasis en la persona humana que elige, que responde, que trata de estar a la altura... y también que se cansa, que se siente más o menos satisfecha, que continúa día tras día con convicción o con ilusión o con resignación o que incluso decide retirarse en busca de vocaciones más satisfactorias.

Pero "Llamada" cambia el sujeto protagonismo de la elección y de la perseverancia. Ahora el que decide si la llamada merece o no la pena, el que elige el cuándo y el dónde y el como, y si merece o no la pena es Otro. Otro es el que se cansa o no de llamar, y cansarse de escuchar es muy diferente de cansarse de reponder mal una vez y otra y otra....

En la peli de "Converso" queda patente que el cuándo y el cómo no depende de las personas a las que les sucede "algo" que sólo pueden describir con la difusa expresión de que "Dios se encontró con ellos" o que "el Espíritu Santo actuó". Salía del cine y me preguntaba cuándo fue que dejé de usar ese tipo de expresiones... ¿Cuándo se me empezó a olvidar que los derechos de autor de cada día de mi vida le corresponden a Otro y no tanto a mí mismo?

Dios llama cuando y cómo quiere. Y no puedo por menos de descubrirme ante la inteligencia que muestran los autores de "la llamada" al presentar a Dios que responde a una joven que vive llena de música de la única forma que le puede entender: Cantando. Y aunque pueda inicialmente resultar chocante como imagen de Dios un artista de variedades que canta "Quiero bailar con alguien, con alguien que me quiera" no me parece para nada irreverente decir que Dios busca "cantar un dueto" con el ser humano.

"Llamar" es una acción que Jesús realiza una veinte veces en los evangelios, mientras que perdonar pecados apenas si lo hace tres o cuatro veces. Para san Pablo "llamar" es quizás el verbo más importante con el que define la acción con la que Dios le ha cambiado la vida.... un Dios "que llama a ser lo que no es" (Rom 4,17).

Y esta acción tan personal, tan intransferible y por eso mismo tan misteriosa de "sentir la llamada" podremos describirla con imágenes que nos son más familiares como la del joven Samuel durmiendo en el templo, o la imagen del rabino de Nazaret caminando por el mar de Galilea y buscando compañeros para su viaje. Nos hemos acostumbrado las alas del ángel Gabriel de Leonardo o Fra Angelico y nos resulta incómodo y perturbador verlo disfrazado de mendigo como hace Saramago, pero, en el fondo, son sólo intentos de describir un misterio que comprendemos y desconocemos en un continuo y fascinante proceso.

Por eso cuando en "Converso" los protagonistas narran su experiencia tropiezan aquí y allá en balbuceos y en extraños silencios en un esfuerzo por describir lo indescriptible y narrar lo inefable. La experiencia de vivir frente al abismo de la eternidad de la existencia y escuchar una voz que te llama a ti personalmente, y esa llamada transforma saltar al abismo en dar un paso en un camino mano a mano con Dios.

Si pretendiéramos ver en estas dos obras una descripción de la Llamada de Dios nos tropezaríamos con los límites de las metáforas y las palabras. Quizás estas obras sean sólo un eco de esa llamada, esa que cada uno hemos escuchado y escuchamos, esa que dice "Yo soy el Pan de Vida y lo soy por ti" "Yo soy la luz del mundo y la luz de tu camino " "tú eres mi amigo" "yo soy para ti, mi amado, y tú mi amado eres mío".

Son el eco de una Llamada que nos transforma y transforma nuestro mundo.

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